miércoles, 8 de octubre de 2008

Lo importante para una buena crianza es el uso del sentido común

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Hay que seguir el orden natural de las cosas, mano firme y conexiones sólidas afectivas con los hijos.


El uso del sentido común se ha olvidado, pero es muy efectivo. Están por ejemplo las consecuencias lógicas de las actuaciones de los seres humanos.


Si su hijo ve demasiada televisión y esto le afecta el desempeño escolar, hay que ponerle límites. Si usted le da una mesada a su hijo y la malgasta, pues se queda sin plata. Si usted regaña todo el día y repite lo mismo y no le sirve, cambie y opte por más silencios y más actuaciones.


Si lleva años en batallas campales sobre los mismos temas, cambie de estrategia, pues ya ha comprobado que lo que viene haciendo no ha surtido efecto.


Es así de sencillo, cuando algo no funciona, haga lo contrario. Los hijos reaccionan rápidamente cuando ven que los padres cambian de táctica y de ser cantaletosos se convierte en personas que dicen y hacen lo mismo sin repetir.


Los adultos son los guías y los que tienen que imponer disciplina. Eso de tener niños precoces que hacen lo que quieren no beneficia a nadie y no es el orden natural de las cosas. Los niños y jóvenes no pueden mandar ni opinar a toda hora.


Aunque le parezca ridículo, a veces se hacen las cosas porque así son, porque usted lo dijo y cree que es lo mejor.


La mano firme y amorosa a nadie le ha hecho daño. Por el contrario, ha ayudado a formar buenas personas. Si existe un ambiente de amor y confianza, con una mano que guíe por el sendero correcto, los demás la seguirán.


Los padres débiles dudan, se preocupan, y esto se refleja en que los hijos empiezan a manipularlos. La mano firme implica límites y una perspectiva clara en cuanto a valores y propósitos de vida.


La pregunta es: ¿que tipo de persona quiere usted que sean sus hijos? Si quiere hijos responsables, tendrá que darles responsabilidades y ayudarles a cumplirlas. La mano firme exige, pero muestra cómo se hacen las cosas y apoya brindando herramientas.


Finalmente están las conexiones afectivas, que solo se dan en el compartir cotidiano de un espacio y un tiempo en familia. La presencia de ambos padres es decisiva para que los hijos perciban el amor que se les tiene.


La exigencia sin amor de por medio solo crea resentimientos. Se necesita un amor bueno que apruebe, que acompañe, que ponga límites, que sea incondicional y que guíe pero no juzgue.


Por el contrario, el amor que no sirve es permisivo, controlador, crea dependencias y maltrata. Reflexione sobre estas guías y piense en cuál es el legado que usted quiere dejarles.


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Sigamos juntos construyendo puentes Gente con Gente.

William Requejo Orobio

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